Xoel, Adiós corazón...

Una despedida no tiene porque ser triste pero puestos a llorar es mejor derramar lágrimas de felicidad que emborronar los lagrimales con nostalgias, reproches y sin sabores...

Que una gira termine no significa que el Atlántico vaya a dejar de golpear, con sus doce maravillosas olas, los oídos de los enamorados de los momentos mágicos de la vida y más, si alejado de la excentricidad, del falso glamour y del ego excesivo de los cantantes de otras épocas, Xoel López, con el único aval de sus experiencias y ensoñaciones personales hechas canción, vuelve a darnos una lección de positivismo y nos traslada, en dos horas, a todos los grandes momentos que desde Galicia, hasta Alicante pasando por Miranda, Aranda, Pamplona y esta vez Madrid, hemos tenido el placer de degustar siguiéndole de un lado al otro de la península.

Lo curioso es que para despedirse, el gallego eligiera el lugar del país más alejado del Océano que da nombre a su disco. Seguramente tendrán mucho que ver los años que pasó viviendo en ópera, o que la Riviera, sobre todo cuando está abarrotada, tiene ese punto de calor y cercanía que no muchas salas en España tienen. A nosotros nos vino perfecto, porque aprovechando que estábamos en la capital de la futura república y que la chica de los claveles cumplía 27primaveras, juntamos a 24 niños perdidos de ninguna parte y convertimos Madrid en el refugio de los que aún estamos aprendiendo a ver en la oscuridad.

Puntual a su cita, los acordes de "caballero" empezaron a sonar a las 21.30, cambiamos la falta de delicadeza, por un exceso de sensibilidad, la taza de café por un litro de cerveza, recuperamos la inocencia de los 16 y no dejamos pasar el amor latente en la sala... por un momento fuimos cientos de caballeros compartiendo el reinado del mundo mientras aprendíamos a dejar de estar cansados y el amor desafinado nos dibujaba una sonrisa eterna de dos horas y el esplendor dorado de los locos que encuentran la salida ofreciendo afecto, bailoteos y berreos a cambio de la felicidad de los ritmos del pasado.

Mientras nos reconstruíamos por enésima vez, nos dimos cuenta de lo injusto que el tiempo ha sido con Deluxe o que, puede, que no le hayamos prestado a Lovely luna el interés que, en realidad, merece.


El caso es que aunque hayamos gastado un millón de días soñando encontrar la playa, estábamos más cerca que nunca de que el mundo acabara para todos, o quizá,  simplemente cambiamos de guión, o de lugar, viajando de Nueva York a Buenos Aires al son de  acordes relajados  y de esa lección improvisada de ritmo que hemos ido aprendiendo en todos estos meses de gira. Nuestras manos han aprendido a diferenciar un 3 por4 de un 5 por 8, que no todas las cumbias son horribles y que no por ser jóvenes, los poetas transmiten menos... y eso se lo debemos, en parte, al elenco de musicazos de los que Xoel ha sabido rodearse en esta aventura.

Del resto del concierto, nos encantó la versión al piano de "vinos y espejo", la aparición estelar de Scott Patrick (y el toque country que le dio al "asunto") y el fingerpicking y los acompañamientos corales de Felix Arias, los gritos al unísono en mitad del climax de compartir con gente de Zumaia, Alcoy, Elche, Logroño, Alicante, Zarautz, Albacete, UK, Murcia el hombre (o mujer) de ninguna parte, los "Guapapás",  o el "que no" (se acabe nunca), los sólos de batería, los punteos de guitarra y ese apoteósico "adiós corazón" para acabar un comienzo de noche casi perfecto...

Y sí, seguimos sin creer en los fantasmas, pero aunque tengamos que llevarle la contraria a Xoel, el amor se parece bastante a lo que, en estos meses, hemos aprendido a pensar y con este concierto es evidente que encontramos algo mejor...porque comprobamos, por nosotros mismos, que la vida siempre tiene algo preparado que supera cualquiera de nuestras fantasías. Y aunque no creamos en Dios, seguiremos pidiéndole a la virgen y los santos que como lo recuerdo ahora, siga recordando y viviendo estos momentos tan perfectos.