sábado, 31 de agosto de 2013

Musika Mollarrin

Salir de currar un viernes, preparar una cesta de picnic como las que robaba el oso Yogui en el parque de Yellowstone, subir al camping de Zarautz cruzándote con guiris de todas las nacionalidades conocidas y darte de bruces con un marco incomparable como el cargadero de Mollarri. Pedirte una cerveza, contradecir a la organización del musika parkean, sentando nuestros culos cansados en las piedras del siglo pasado (en lugar del habitual césped) y quitarnos el sombrero de paja para saludar al rey sol, al ratón de Getaria y a los primeros acordes del concierto de Lou Topet & the 31st crew.

 (Como veis en esta foto de Iñaki Kaperotxiki, lo de marco incomparable no es una forma de hablar...) 

El grupo Zarauztarra fue el complemento ideal al relax que necesitábamos para olvidar, de un plumazo, los vaivenes de la rutina semanal. A estas alturas los chicos de Garabi han dado los suficientes conciertos para cuadrar definitivamente ese rollito Wilco que transmiten en sus canciones y se han hecho mayores... De hecho, es un gustazo ver como Ander Zulaika ha aprovechado su incursión en otros mundos musicales, para hacer de la sutilidad una seña de identidad en su manera de tocar la batería. Oihan no ha hecho más que ratificar las buenas maneras que apuntaba en sus principios y desde ese segundo plano que el escenario reserva siempre a los bajistas, sabe aportar su buen gusto mezclando transiciones jazzeras con la perspicacia del country pausado que destilan las melodías del grupo. Unai ha sabido adaptar su formación académica a la radicalidad que siempre tuvo en lo referente a sus gustos  y aunque como todo buen compositor, Oier se ha mostrado siempre receloso de su éxito, el abrazo de la compañía del público ha soltado parte de esa esencia que sus poemas musicados llevan dentro y que, por suerte, empezamos a reconocer en canciones como "esnatu dira", "jakin nahi nuke", "Hautsi" o los interminables "irauli"s.


El concierto fue un tentempié perfecto para empezar nuestro picnic. Y mientras los alrededores del escenario se empezaban a llenar de asistentes atabiados de mantitas de cuadros, cestas y oídos despejados, comprobamos que la sugerencia de la organización invitándonos a llevar sombreros, estaba más que justificada viendo que Lorenzo había reservado algunos de sus rayos para amenizar el fondo azul y verde.

Mientras los MaderaCore montaban su escenario, hicimos un poco de vida social. Faltaban algunos de los habituales hipsters de los conciertos de Donosti, pero nos hizo especial ilusión ver la armonía existente en esa conjunción de merienda, música de Coldplay de fondo, sonrisas por motivos varios y niños familiarizándose con la importancia que los conciertos (y la cultura en general) deberían tener en sus prósperos futuros.

El segundo recital de la tarde comenzó con más energía. Mientras el efecto de la primera cerveza nos iba subiendo, los ritmos de batería pesados y el guitarreo, nos reubicaron en la mitad de la tarde. Como el público estaba sentado, al grupo pareció faltarle algo de la motivación que la cercanía da. Pero lo cierto es que, apalancad@s sobre nuestras mantas de cuadros, aprovechamos para  poner más atención a las letras y, la verdad, por momentos, con el ratón de Getaria de fondo, tuvimos la sensación de estar en un recital de poesía musicada. Parafraseando el título del nuevo disco de los getxotarras, emprendimos el camino del asombro a medida que la marea iba bajando y los sueños que el cantante iba plantando hacían que las sombras de la semana se esfumaran. 

Los niños volvían mojados de bañarse, los perros ladraban, algunos gafapastas cambiaban el mundo a base de conversaciones trascendentes entre sorbo y sorbo de cerveza. Y la "ciclogénesis" del invierno, y los truenos de ahí fuera se apagaban en los aplausos del variopinto público asistente. No teníamos el gusto de conocer a MaderaCore, pero, sinceramente, nos gustaron lo suficiente para buscarles y verles en otro contexto.

Por último, para apurar los últimos rayos de sol decidimos unirnos a los amantes de lo añejo y bailar al son de las canciones que las marines pinchaban. Si os hemos detallado el resto de la tarde, nos cuesta encontrar palabras para describir lo que uno siente cuando, en mitad de ese maravilloso paisaje, empiezan a sonar acordes de canciones de los Doors, Bowie... nunca hemos estado en un akelarre, pero nos sentimos un poco brujas buscando el cubo que reciclara los buenos recuerdos que nos trajo escuchar esas canciones en aquel lugar.

Así que chominismo menosquino al margen, hemos estado en unos cuantos "Musika parkean" o en "Música als Parcs" de Barcelona; pero dificilmente encontraremos una mezcla de tonos de naturaleza como las que coincidieron en el viejo cargadero de Mollarri. Y aunque seguimos siendo críticos con la decisión de la concejalía de turismo de empecinarse en la radicalidad más insustancial quitando a los Zarauztarras placeres como las sesiones Jam en la playa y otras iniciativas interesantes que han derogado escudándose en cosas que antes criticaban a sus predecesores, somos, también, agradecidos, y deseamos que se sigan secundando proyectos tan maravillosos como el de ayer.

3 comentarios:

  1. Oso ondo pasa geneuen denok.

    (Alain)

    ResponderEliminar
  2. Mira que he ido a musika parkean pero descripciones como esta no había leído ninguna. - Great chronicle -

    ResponderEliminar

Opinar no cuesta dinero...