miércoles, 31 de julio de 2013

Low cost 2013 (hay segundas partes buenas)

La experiencia nos dice que una retirada a tiempo abre la posibilidad de que el segundo día de festival sea algo más que una jornada de resaca tirad@s en la playa o en la piscina que tengamos a mano...

Y como no sólo de música vive el hombre, aprovechamos que no teníamos clavo para tapear por el casco antiguo. La verdad es que, tal como está la vida, se agradece que todavía haya bares que por 1.50€ te pongan una caña y un tentempié; y más si ese trago sirve para socializar con los nuev@s amig@s que has hecho la noche anterior. 

Como buenos festivaler@s, hicimos honor al nombre de la calle del coño y entre tapa y tapa supimos desgranar las aventuras "loweras" e intimar, un poco más, lejos del los vatios de los bafles del recinto. Tanto congeniamos con algun@s, que acabamos agotando las raciones de comida vasca del Bar Zarautz, continuamos con la tradición de probar los callos de los sitios a los que vamos de concierto... vamos, que nos dimos un buen homenaje, pero como a la organización se le olvidó poner algún concierto por la calle, decidimos hacerle un guiño a la tradición nacional con una buena siesta para recomponer las partes del cuerpo que la noche había desgastado.

Nos hubiera gustado llegar a ver a Miss Caffeína, pero tras el sueño reponedor necesitábamos, precisamente, un poco de Cafeína para despabilarnos. Suerte que somos un@s golf@s y nos queda el sonorama para juzgar en directo las virtudes de ese "de polvo y flores" que tanto nos gusta.

Ya despiertos y disfrazados, comenzamos la segunda noche en el escenario Energy disfrutando del concierto de Delafé; La verdad, se nos hizo corto el riego de flores azules y ese "hip-pop" melódico con la armoniosa mezcla de voces relajó nuestros músculos. El "de ti sin mí" nos gusta algo más que el "de mí sin ti"; pero en esa combinación de voces de óscar y Helena encontramos el punto preciso para que el espíritu santo, que por allí furrulaba, nos devolviera la primavera y nos convirtiera en ciudadanos de un lugar llamado pista de baile... en definitiva, un momentito maravilloso para abrir boca.


Tras repostar cerveza y respirar, acabamos de calentar motores esperando el comienzo de uno de los conciertos más esperados del día: Belle & Sebastian;  una de las razones por la que recorrer 900kilómetros no nos había supuesto un drama. 

Desde Donosti nos habían contado que el día anterior en la playa de la Zurriola habían estado magistrales. Y, lo cierto es que los escoceses estuvieron a la altura de nuestras expectativas. No era difícil teniendo en cuenta que sus canciones llevan años formando parte de la BSO de nuestras vidas y con el "I want the world to stop" detuvieron nuestro mundo por algo más de una hora.


El indie tiene muchas vertientes, pero pocos grupos la definen tan bien como Belle & Sebastian. Esa mezcla entre pop simple, con media sección de cuerdas de una orquesta, la voz Hippie guay de Sarah Martin y el punto fumado de los movimientos de Stuart y Stevie, hace que te den ganas de abrazar todo lo que te rodea.  Gozamos con el "dog on Whels", nos deleitó el "the boy with the arab strap", nos dejamos envolver por las variaciones vocales de "Jonathan David" y el "Like Dylan on the Movies" acabó de derretirnos; y rememoramos las sensaciones que un año antes, en aquel mismo lugar nos habían provocado los Fanfarlo.

Nuestro paladar de buen gusto se puso exigente y desgraciadamente, el siguiente concierto no nos supo muy bien. Headbird hizo honor a su nombre y nos puso la cabeza como un picoteo del pájaro loco; así que nos alejamos y aprovechamos nuestra experiencia festivalera para socializar, reconocer más gente de ediciones anteriores, o aumentar nuestra lista de amigos de facebook. Mientras aprovechábamos para dirigirnos al escenario principal a ver si Portishead (o portishid, como dicen sus fan´s más castizos) nos devolvían a la senda de la diversión.

Por desgracia nosotros ni fumamos porros, ni nos metemos tripis; y aunque el grupo de Barrow ha musicado algunos de los ratos más relajantes de nuestras vidas, que en otro lugar o en otro momento hubiera estado genial y los que hemos pinchado en cocktails (o terracitas de veranos) sabemos lo importante que es llevar en nuestra maletita de discos el "Dummy" o el "Portishead", nos contagiamos de la postura rígida de Beth Gibbons y aunque su voz nos erizó el vello en algunos momentos, echamos de menos (un poquito) recuperar ese desfogue que el año pasado nos regalaban los Vetusta, el Columpio Asesino, We are Standard, o Kakkmaddafakka y nos fuimos a la zona de dj´s para ver si escuchábamos algo de Bowie, Daft Punk, o Franz Ferdinand que nos hiciera despabilarnos.

La verdad, de esa parálisis relativa, los más beneficiados fueron Dorian. A parte, nos moríamos de ganas de sentir en directo las punzadas de esa obra de arte llamada "la velocidad del vacío"; El volumen de la voz de Marc estaba un poco más bajita de lo debido, lo que incitó a los allí presentes a desglosar con berreos las letras de "ningún mar", "el temblor" "Soda estéreo", "los amigos que perdí"... y todas esas pequeñas maravillas que, en apenas unos meses de vida se han convertido en himnos de una parte de nuestra acumulación de noches detenidas.


Al son de "a cualquier otra parte" corrimos hacía el replicar de los primeros acordes del concierto de Crystal Castles. Embaucados por el eslogan del escenario, vivimos uno de esos grandes momentos que nos esperaban. Alice Glass puso cachondo al personal con sus movimientos y esa voz envuelta en delays y efectos varios. Y Ethan Kath estimuló nuestras ganas de nombrarle personaje revelación del festival. La plague de bailarines diseccionó las gotas de cada una de las canciones de los tres discos de la banda canadiense que sonaban como si estuviéramos en el interior del baño de una discoteca. Pasamos del "not in love" a enamorarnos perdidamente de la combinación de efectos de sintetizador y luces con el jalear ininterrumpido de una masa entregada que contagiaba hasta al más parado del lugar.


Cuando acabó el concierto era casi imposible pedir una cerveza en la barra; el sudor del baile había hecho estragos y todo el mundo estaba sediento de más; Una pena que los horarios solapados, y la necesidad de rehidratarnos, nos hicieran llegar a mitad de concierto de uno de nuestros grupos fetiche: Mendetz. Nos consuela saber que los veremos en el Sonorama dentro de 15días, pero nos jodió un poco perdernos esa sensación de excitación que nos provocá escuchar el "future sex", bailar con "Massimo truffato" o defender el "Silly symphonies" ante los que lo consideran un error; Sublime error, en todo caso;)

Pero como no hay tiempo para quejarse, la organización cumplió con su buena costumbre de dejar lo mejor para el final. Monarchy, ante cuyo trono de temazos nos sometimos hasta los más republicanos. Puede que porque adoremos esa estética ochentera con la que se presentaron, o porque agradecemos el parecido razonable que el "around the sun" tiene con esos tiempos en los que OMD, Depeche Mode ó Pet Shop Boys colapsaban las pistas de bailes; Y si a eso le unimos una versión de "video games" de Lana del Rey y la mejor nana  (para irnos a la cama) que nos han cantado nunca: El Lithium de Nirvana; la sensación de felicidad se acaba de completar.


Nuestros cuerpos no daban mucho más de si, pero nuestra condición de fan´s de Digitalism nos mantuvo despiertos un rato más. Al fin y al cabo, la fiebre del sábado noche aún no se nos ha pasado; Nos dio pereza eso de la muchedumbre sudorosa emulando las noches salvajes de discoteca... y aunque no aguantamos todo el setlist, disfrutamos del amanecer Beniyorkino desde el ático de un hotel. Al fin y al cabo, no sólo los edificios altos tienen derecho a rozar el cielo... 

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