lunes, 26 de agosto de 2013

Sonorama 2013 (tercera parte: el amor sí es lo que piensas)

Siempre hay que dejar lo mejor para el final... y como ya es tradición, hicimos la visita de rigor al amigo David y nos reencontramos con todo ese clan de sonorámicos, de todo el país,  que año tras año nos reunimos para ponernos finos a cordero y a vinito de la tierra.

Como siempre decimos, para que el Sonorama funcione hace falta mucha gente desinteresada que colabore. Y en eso, el profesor de Leganés y Nuria, dos de esas personas de gran corazón que pasan desapercibidas entre la muchedumbre exaltada, se llevan la palma.

En una bodega del año 1700 o en una nave( si la primera opción falla),  tienen el don de unir, a su manera, a grupos (como el año pasado novedades Carminha), gente variopinta de todos los puntos de la península, locos entregados al hipsterismo modesto (que es el que realmente mola), bloggeros humildes, amigos.... y todo en torno a una mesa donde nos demuestran, con su humor y su dedicación, todo lo bueno que Aranda y su entorno tienen.

Pero antes de cambiar a terrible y a despechada por un futbolín y el dj Vega del arte ;) nos levantamos de buena mañana (como cantaba el Lichis) para tras la pertinente ducha y el café, quitarnos las legañas con, en nuestra modesta y subjetiva opinión, el mejor concierto de la plaza del trigo de este año (que ya es decir...), el de Igloo. Y decimos subjetiva, porque ya veníamos enamorados de su "conjunto vacío" y habíamos paladeado unas cuantas veces las letras de "Han solo" o "Sinatra". Si a uno de los mejores albumes estrenados este año, le incluímos clásicos como "todos somos átomos" ó "el pase de la muerte" y el fervor inigualable de la plaza del trigo, nos damos de bruces con ese disfrute que a muchos les cuesta un sinfín de billetes conseguir. A nosotros nos basta con contagiarnos de la sonrisa que Fran dibuja en cada cabalgada de ritmos de su batería y el "todo" resquebrajando toda la cera de los oídos de los que no escuchan más que ensordecedores silencios.



Aprovechamos el concierto de Ángel Stanich, para desayunar unas bravas y unos vermouths (no se puede llegar a todo) y antes de marchar para la corderada, nos pasamos a ver al amigo Izal.


No fue difícil encontrar la magia y los efectos especiales que necesitábamos para sobrellevar el calor. Parafraseando una de sus letras... todo fue tan simple como el "que bien que en mis pupilas siga entrando luz del sol, que bien que en mi cerebro se produzcan intercambios de información, que bien que te pusiste en medio"... en medio de esos sueños que se cumplen cuando el confeti se mezcla con el agua, la música se convierte en un "extraño regalo" y cumplimos con nuestra promesa de no volver a pisar en falso. Porque, por muchas veces que caigamos, recordaremos los pasos que nos llevan a disfrutar de todo lo que tenemos delante y paladearlo, como nunca, antes de regresar a nuestros (respectivos) rincones.

Con el estómago lleno y habiendo bailado las sesiones del dj Vega del Arte, no nos dio tiempo a ver a Stay... pero sí viajamos al sol de las afueras de Aranda para ver a Havalina. Como el sonido del título de su disco "h" nos quedamos atónitos y en silencio con la contundencia del directo. Después de dos días de pop, se agradece una dosis de distorsión guitarrera y ritmos veloces de batería. Las hojas secas cayeron como un otoño improvisado en mitad del secano castellano y con "compañía felina", "el estruendo" o "el norte" hicieron que no diferenciáramos las babas que se nos caían, el sudor y los restos de cerveza que tras cada canción sorbíamos para no acabar deshidratándonos.

Para secarnos, utilizamos los pétalos de unos claveles mientras corríamos a la primera fila del concierto de nuestro Xoel. Visto lo visto, esa condición de preciada propiedad se ha repartido por los corazones de muchos hombres y mujeres de ninguna parte. Convertido en fe nuestro dolor, desojamos las margaritas del atlántico con abrazos y esa gestualización que solo consiguen los buenos actores en las escenas felices de las películas en las que las cámaras omiten los gruñidos, las tazas de café y la condición de caballeros que muy pocos mantienen. Por suerte, títulos noviliarios al margen, nosotr@s conservamos la inocencia de los 16 y la sonrisa de las enamoradas, para no quedarnos ciegos nunca y ver, como vemos ahora, toda la alegría que Xoel transmite en cada uno de sus conciertos.

Resulta extraño contemplar como nos rodean fan´s de nueva cuña que apenas conocen las canciones de deluxe. Nos maravilla que el gallego y su amigo del alma, Felix Arias, se den el gustazo de enseñar a las nuevas generaciones lo que es un punteo como dios manda. Da gusto arder en la boca del volcán y degustar los besos de cada acorde sutil. Llámadlo como queráis, porque no hay crónica ni adjetivo que valga para describir el pinchazo de aguja en el pajar que hace que cada acorde sobrevuele nuestra eternidad parada en una canción. Yo no sé como será el paraíso, pero intuyo que lo primero que oyes cuando te mueres, debe ser algo parecido a una canción de Xoel, algo que te arranque de cuajo los miedos y te ayude a entender que tras el concierto, la realidad, es más bonita y tus ánimos deben estar a la altura del privilegio de haber podido perseguir los kioskos de claveles rojos en uno de esos días, que formarán parte de las historias que los que ahora se abrazan en la primera fila contarán a sus niet@s. Porque, aunque tengamos que contradecir al poeta gallego, el amor sí es lo que piensas, o al menos, la vida si es lo que tus pensamientos desean.


Para continuar con el subidón, nos pusimos reivindicativos con el concierto de Pony Bravo. A estas alturas el pánico en el Bungalow se nos ha pasado y el gramo de fe lo perdimos entre las raves de dios y las veces que nos hemos cagado en Eurovegas, en los políticos liberales y en la madre que parió a los que hicieron el mundo tan serio. Por suerte hay una voz, parecida al del cantante de No me pises que llevo chanclas, que al son que le marca el bajista de las camisas cantosas recita la mayor parte de nuestras quejas en forma de alocada canción con fondos "tripsicodélico". Con este, llevamos 5conciertos de Pony Bravo a cuestas, y, aún no sabemos lo que es pasárnoslo mal en ninguno de ellos, porque en la hora escasa que normalmente nos dedican, se mezclan las risas, el bailoteo fullero de mangosta y la lucidez que se te queda cuando se acaban los acordes de "mi D.N.I" y ese dedo anular subido en forma de peineta se dirige a los ciegos que no ven la realidad.

Como en una buena sesión de cine, llevábamos una noche con escenas contundentes, emociones y risas, así que nos quedaba el aporte visual, que en los títulos de crédito estaba a nombre de Standstill. Dentro de la luz, con un cénit de reflejos rojos y sonido sobresaliendo de un fondo oscuro, la voz de Enric Montefusco nos trasladó al climax de desear que no acabe el día, mientras el arte Barroco de las cristaleras alumbraban canciones como "me gusta tanto", el "¿por qué me llamas a estas horas?" (inicio habitual de las sesiones de nuestro dj favorito) o  "1,2, 3, sol "...  La conjugación de imagen y sonido  en mitad de esa oscuridad estrellada hizo que Bonaparte se parara para contemplar la belleza de un instante diferente a todo lo que habíamos visto hasta entonces en los escenarios principales del Sonorama. Si, en vez de un concierto, hubiera sido una comida, sería un postre con apariencia amarga y regusto dulce. Un contrapunto a la despedida momentánea que Ramón Rodríguez iba a escenificar un rato después.



El sueño del chico de la gorra se vio cumplido. Y el escenario Castilla-León reunió a dos de nuestros grupos fetiche en matrimonio (musical): The new Raemon y Maga.

Unidos por un repertorio más que bien elegido, el catalán y los sevillanos  nos regalaron la posibilidad de ver en primer plano el buen rollo que intuimos que se crea entre las bambalinas de festivales como este. Sospechamos que Ramón echaba de menos la estridencia de dos guitarras en contraposición a su melancolía habitual y encontró en, sus tantas veces versionados, Maga el complemento ideal a su punto de inflexión (porque a nosotros no nos gusta hablar de despedidas); El "te debo un baile" de nueva vulcano fue la manera más sutil de decir adiós que hemos visto (y oído) en el tiempo que llevamos croniqueando música. Y aunque esperamos que Ramón no tarde mucho en volver, nos llevamos grabados en nuestra retina lágrimas de despedida como: 19, Garfunkel, Risas enlatadas, Marathon man, silencio... y esas obras de arte que tanto nos han hecho pensar estos últimos años de adoración a la melancolía de las letras del poeta catalán. Ramón, te dejamos huir, descalzo y de puntillas, o como quieras, pero vuelve antes de que te echemos demasiado de menos...

Evidentemente, la tristeza es una pincelada necesaria en todas las historias buenas que se precien; Pero, sin tiempo a llorar más de la cuenta, nos fuimos corriendo a ver el concierto de Wiggum. Nos sedujo la idea de pasar esa parte de la noche junto a ellos. Al fin y al cabo, su "Guerra mundial" es un melocotonazo que merecía algo más que un escenario para futuras estrellas. Pero siendo positivos, nos quedamos con que como la chavalería estaba distraída viendo a Supersubmarina, pudimos disfrutar, más si cabe, el concierto de los catalanes. Los laureles les llegarán, seguramente, cuando cuiden un poco mejor su puesta en escena, porque por repertorio, hay pocos grupos en este país con una cantidad de canciones tan buenas como las que desde "Sintón ni són" hasta la "guerra mundial" tienen los Wiggum.  "Los cuentos azules" o "Jacques Cousteau" nos demuestran de donde vienen, pero ese acto de rebelión llamado "eterna juventud", "amarillo" o "el día de tu muerte" hacen que sea un placer estar presente en el despegue hacia un futuro mejor que están viviendo Halldor, Dani y compañía.

Además, nos dieron tiempo a ver el "Kevin Mc Allister", con la que Supersubmarina cerró su bolo; Así que nos fuimos a ver a L.A con una sonrisa de metal cosida a la cara. El Low cost nos había convertido en fan´s del directo del grupo de Luis Alberto Segura, por lo que ubicados correctamente, nos propusimos sentir las vibraciones de la guitarra en nuestras carnes y volver a dualizarnos con la música de los mallorquines.

El concierto fue redondo como el fondo del escenario. Suponemos que el ribera de Duero sacó a relucir todo el buen rollo que se intuye en las conversaciones de ojos de los componentes de la banda. Para todo lo demás dejaron hablar a su música y presentaron uno de los mejores discos del año con clásicos de la banda que fueron redondeando una noche en la que las estrellas fueron alineándose, una a una, en el escenario para nosotros. "Under radar", "mirrorball" "close to you", "dualize" y, como no, "outsider" no son más que la estela que dejan esas estrellas fugaces que nos invitan a ver que en este país, el cielo musical está más que bien cubierto. Y para lo que el dinero no puede comprar, está la luz y el buen gusto que deja tener la posibilidad de ver en directo a grupos como este.

El the end se vistió de música de baile, como ya es costumbre en el Sonorama. Y para quitar las penas, no hay nada mejor que mover las caderas y las piernas al son que marcan los Estereotypo. A pesar del cansancio, los de Santander, con dos canciones, pusieron patas arriba el Sonorama. Y revelándonos temas de su nuevo disco y trasladándonos a aquel conciertazo de apertura  del Ebrovisión en el que los descubrimos hace unos años, David Van Bylen y compañía, hicieron que el "pleasure" fuera algo más que una canción; y el "I want more" una forma perfecta de decir que el sonorama, una vez más, se nos había quedado corto.

Si el amor no es lo que piensas, como dice Xoel, más vale que vengas al Sonorama el año que viene a retractarte y a soñar con nosotr@s: comiendo cordero, bebiendo vino, bailando, saltando, enamorándote y sintiendo que la vida puede ser maravillosa, al menos, mientras siga siendo eso que pasa entre Sonorama y Sonorama.

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