lunes, 28 de noviembre de 2011

Dcode 2010 (la música)

La Complutense es uno de los centros neurálgicos de la vida universitaria de este país. Pero se ve que el gusto de los estudiantes de hoy en día ha degenerado demasiado. Evidentemente, hablo del Dcode, un festival hecho por y para niñatos, en el que tenían más protagonismo los chicos de la cruz roja que muchos de los que subieron al escenario.

Supongo que acostumbrado a festivales con "más caché" como el BBK Live o el Sonorama, mis espectativas son excesivas o igual es que me estoy haciendo viejo y me cuesta tragar con el Hard Core y los "nanana" de los estribillos. Por no hablar del calorazo que hacía... el caso es que la cosa empezó mal porque, por cuestiones logísticas, llegamos tarde y nos perdimos a The new Raemon y a L.A (con lo que a mí me gustan...) y Nothink (de los que tenía muy buenas referencias). Así que nuestra noche cervecera empezó con un concierto a medias de Eels que, quizá por las ganas con las que llegamos, nos dejó cierto buen gusto e incluso se nos hizo corto.

Luego los adolescentes tuvieron su particular repliegue hormonal con My chemical Romance. A mí, personalmente, su último disco me parece bastante aceptable, pero en directo pierden mucho. Mucho pelito de color rojo y peinaditos estrafalarios, pero musicalmente no eran más que una repetición de ritmos prefabricados con guitarras hardcoretas que escupían vaivenes de acordes sin variedad. Decepcionante, cuanto menos.

Lo mejor de la noche llegó en las siguientes dos horas. Primero con Ban of Horses que dio un recital de indie rock, mezclando toques de Neil Young con la parte limpia del Grunge de su ciudad base: Seatle. Bridwell y Brooke mostraron una gran complicidad con su aire hippie y, alejándose de la tónica del resto del festival, primaron la musicalidad al ruido; lo que el público maduro agradeció enormemente. Y después entraron en escena Lori Meyers. Los granadinos, demasiado orgullosos del éxito del equipo de fútbol de su ciudad, fueron una bocanada de aire fresco y alternativo. Y, a pesar de los problemas de sonido, nos brindaron un repertorio de hits en el que bailaron desde "luciérnagas y mariposas", hasta "el dilema", pasando por "Tokio ya no nos quiere", o "mi realidad"... A diferencia de My chemical Romance, Noni y compañía mejoran en vivo, ganan contundencia y contagian muy buen rollo a todos los presentes. Es la segunda vez que los veo y molan.

Para cerrar el viernes... The zombie kids. Los mellizos de los platos eran cojonudos, unos cracks mezclando música. Pero cuando el negro abría la boca, se jodía la cosa. Una cosa es rapear y otra desafinar con muy poquita gracia. Así que sintiéndolo por los dj´s nos fuimos un rato antes de que los rancios de la organización echaran a la gente de mala manera.

Menos mal que a esas horas todavía hay gente que se lo toma con humor y responde al barrido de escoba (o valla) con un "tengo una vaca lechera" a pleno pulmón.

El sábado volvimos a llegar tarde. Esta vez por el calor y porque en La latina se estaba demasiado bien. Me hubiera gustado volver a ver a Manel y a Polock, pero tocaban demasiado pronto. Así que esta vez nos "conformamos" con ver/oír 6 conciertos. El primero, el de the Vaccines, no llegamos a verlo, pero los escuchamos echándonos unas litronas en el exterior.Tenían un toque punk ochentero, pero nos dijeron que la puesta en escena dejaba mucho que desear, no sé...

Y una vez rehidratados, entramos a ver lo mejor del festival: The Hives. Los suecos lo dieron todo sobre el escenario. Se ve que el garage ha quedado debajo de un montón de pisos de distorsión y contundencia. Y con el sr Almqvist como maestro de ceremonias ganándose al entregado público a base de frases sueltas en español, equilibrismos varios y escupitajos, con una puesta en escena digna del mejor video musical, los de Fagersta se ganaron a los presentes con sus fracks sudados y un muy bien escogido repertorio en el que dejaron lo mejor para el final.

Dejaron el listón tan alto que los Tin Tings parecieron una auténtica mierda (¡qué odiosas son las comparaciones! a veces). Katie White está muy buena, pero yo no iba a ver un desfile de modelos, a la más guapa del festival ya la tenía entre los brazos, así que a mí, mucho flequillo al aire y mucho coger la guitarrita para no quedar en evidencia ante el pedazo músico que tiene a su vera, no me dice nada. El concierto mereció la pena por ver al prolífico Jules de Martino en acción y porque muchas de las canciones que tocaron las he puesto mil veces en mis sesiones nocturnas, pero nada más. Sorprende que entre dos personas (o una, más bien) puedan hacer tanto ruido, pero el factor sorpresa, para mí, lo perdieron en el Bbk Live de hace un par de años.

Después tocaron Oasis, digo... Kasabian, perdón. Es que con esas gafas y esos pelos, me recordaron demasiado al grupo de los Gallagher. Por un momento creí que iban a ponerse a tocar "champagne supernova", pero no, tiraron de sintetizadores para evitar comparaciones odiosas y nos brindaron una buena horita de interesante rock. Hubiera estado mejor si le hubieran dado más protagonismo a las guitarras (demasiado bajitas), pero nadie es perfecto.

Y hasta ahí la "música". Por que the sound, como en el Sonorama del año pasado, volvieron a decepcionarme. Vale que la música a veces pueda resultar repetitiva; pero tanto... Y perdonarme, pero es que no trago a la señora Ivarson, que de Maja tiene bien poco. En vez de ir al gimnasio podía ir a dar unas clases de canto, que el play back y los efectos están bien para los discos, pero en directo hay que dar un poco más. O éso creo yo y toda la gente que se piró cuando los suecos saltaron al escenario.

Los crystal castles pusieron el toque electrónico, pero era muy tarde, estábamos cansados y los vamos a ver, también en Bilbao. Así que como, dentro del recinto, no había nada decente que llevarse a la boca, nos fuimos a buscar a los yonquis ambulantes para meternos entre pecho y espalda un bocata de Butifarra, queso y bacon, para ayudar a la digestión de todo lo que nos habíamos tragado a lo largo de los dos días.

Bye2

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