lunes, 28 de noviembre de 2011

Dock of the Bay 2010

Sábado 12 de la mañana, me sobran 2 entradas para un festival de documentales en la aspirante a ciudad cultural. Mensaje por aquí, mensaje por allá... me acuerdo de tod@s los que siempre se quejan de que no hay vida bohemia por estos lares; que ni abundan los conciertos, ni el teatro, ni el ballet, ni el cine... bla bla bla.

A las 14h estoy cansado de las respuestas negativas. Me resigno y lo dejo pasar; al fin y al cabo no es plan gastarse los cuartos en insistir. Me queda claro...

Lo mismo le pasa a mi acompañante... así que no hay mal que por bien no venga. Como hace unos meses que no hablamos nos vamos a poner al día al son de White stripes, Delorean, Bowie y seguramente... algo más.

Quedamos a las 16.45, tomamos un café tras los pertinentes saludos y cual revendedores de pacotilla nos proponemos recuperar la inversión a pie de taquilla. La gente es muy concienzuda y agradable; nadie regatea. Se cercioran de que son válidas, pagan 6 euros (precio real) y se pierden entre la multitud que gotea en la cola del teatro principal.

Tentempié ruidoso para abrir boca: Meg y Jack, o los White Stripes, y su gira por Canadá. Lo grande y variado que es el país norteamericano... y la mezcla de elegancia, el ego del talentoso y prolífico músico y el arte hecho silencio con fondos rojos, negros y blancos tuvo su gracia. La distorsión nunca está de más y, te guste más o menos la música, la apertura del abanico cultural canadiense en consonancia con lo efímero de cada concierto, el frío que llegaba a nosotros a través de la pantalla, las confesiones entrecortadas, un repertorio amplio interpretado súbitamente a veces, entre risas  o llantos otras, acústicamente, con piano, guitarra, mandolina, acordeón... pero me quedo con la visita a los nativos del norte de Canadá, la rapidez mental al dejar que un niño se subiera a uno de los escenarios, las multipatrias que conforman la gran nación, lo grande que es, el frío que debe hacer y el aburrimiento y el hastío canadiense que transmitían los fotogramas. Pero sobre todo la comunicación; Es curioso, fuera del escenario los 2 hermanos apenas eran capaces de mantener una conversación y sobre él luchaban por ver quien era capaz de hacer más ruido; una detrás de la batería aporreando platos y tambores y el otro girando entre micrófonos, órganos y pianos guitarra en mano. Da qué pensar.

Tras los de Detroit... momento de asueto. Una cerveza, tiempo para ponernos al día un poquito más... y repetición de la jugada: reventa, cola  y vuelta al teatro.

De segundo plato mis "conciudadanos": Delorean. O eso creía yo, porque según parece ahora resulta que forman parte de ese Olimpo inaccesible para los mortales o los mediocres. No importa. Siempre he pensado que aunque la música sea admirable o agradable para tus mecanismos de sugestión particulares, tras ella hay un compositor o un interpretador cuya vida me interesa bien poquito. Conclusión: el origen de la música es lo de menos, la cosa es que te guste o no.

Lo cierto es que creo que más que un documental, lo que vimos fue un video promocional, con una fotografía más que aceptable, pero demasiado repetitivo. Es evidente que una gira por EEUU se puede limitar a viajar a través de carreteras secundarias, comer hamburguesas, montar y desmontar el escenario de turno... pero eso ya lo sabíamos antes de entrar al cine y no creo que cueste 6 euros cerciorarse. Quizá no soy objetivo porque, en cierta manera, admiraba la parte de Delorean en la que los restos de The cure se mezclaban con los Smith y se intuían los destellos de Hard Core de aquellos inicios de Unai e Igor en Iteube. Pero supongo que los tiempos cambian, aunque, a veces, sea para peor. Y yo mismo he comprobado lo divertido que resulta juguetear con un sinte... pero es una modesta opinión y se ve que la nueva fórmula les reporta mayores beneficios, así que ¡adelante bonaparte! Al menos, el "suplicio" no duró mucho...

Y como siempre, dejaron lo mejor para el final...

Pero primero había que comer algo, refrescarse con una buena cerveza y revender las 2 últimas entradas.

El teatro se llenó para el último documental. No es para menos, ya que, por desgracia, hace mucho que David Bowie no nos regala una gira en la que poder disfrutar de sus canciones. Así que desde el gallinero del Principal nos trasladamos a 1973. Muchos no habíamos nacido, aunque no nos hubiera importado formar parte de aquella locura relativa.

(Eché de menos los "intros" de los dos primeros documentales. Los "Orain"
http://debolex.com/index_wp.php/archives/category/video/orain
 que precedían a las pelis que os he "criticado". Os recomiendo el de Munlet, el de The Brandy Hips, Single, Komuneko paperean, Basmatti...)

Pero sigamos...

Era el concierto que cerraba la exitosa gira de Ziggy Stardust & the spiders of mars. El regreso a casa del camaleón. Hubiera sido la hostia perderse entre las enfervorizadas fans y el resto de colocados que conformaban el público de aquel teatro de Londres. Pero alguna cosa mala tenía que tener ser tan joven. Así que una vez más, nos resignamos y sentados nos disponemos a admirar por enésima vez al influyente músico británico; menos starman caen uno tras otro todos sus éxitos: changes, space Odditty, Suffragete city, rock&roll suicide... y eso en 1973. Claro que como él mismo reconoció hace unos años, dejó de hacer buena música cuando dejó de drogarse. Supongo que perdió la ambigüedad en sus letras y el toque ecléctico en sus composiciones. Supongo, también, que creció el sentido de la conciencia y el de la vergüenza, o puede que el hecho de vestirse de mujer o de japonés perdiera su gracia cuando gente como Freddy Mercury fue un poco más allá.

El caso es que Bowie es irrepetible. Y aunque sólo fuera un concierto subtitulado con guiños a los peluqueros y maquilladores, con la efímera presencia de la famosa Anggie o con el fondo guitarrero que muchos desconocen... mereció la pena pagar los 6 eurillos. Aunque sólo fuera por la compañía, la pantalla grande, el entorno...

Tras los documentales llegó el turno del directo del que para muchos ha sido disco del año en España: El guincho. Recorrimos media ciudad en Taxi, pero, al final, conseguimos aterrizar en el Antzoki, colarnos entre la gente con todo el morro del mundo y pagar los pertinentes 15 euracos para entrar.

Me esperaba un tío rodeado de sintetizadores, cajas de sonido... pero me encontré un trío bien avenido liderado por un hombre orquesta con aires caribeños y acento andaluz. La mezcla es original, algo latinizada y repetitiva, como casi todo, en mi opinión, pero apta para todos los que ansían mover el esqueleto sin perder su condición de Indies. Se me hizo corto (apenas nos bebimos una cerveza) y me gustó que la gente fuera a lo suyo, cada uno con su rareza sin interferir en la tuya propia, pero suficientemente educad@s para no restarte espacio o darte una relativa conversación sin entrar en demasiados detalles.

Y llegaron las doce; una hora extraña. Demasiado pronto para irte a casa pero tarde si te equivocas eligiendo el siguiente bar. Tuvimos suerte y en una de las bocacalles vimos un autobús que se dirigía a la avenida. Siendo la noche que era, era casi evidente que acabaríamos en el Bukowski. Mi acompañante lo tenía claro, así que omití que me pongo nostálgico cuando salgo de farra en Donosti y no me opuse; era la mejor opción y la guié hasta la puerta bajo las luces moradas; Eso que otrora fue un antro y hoy es el paraíso de los degustadores de buena música de la capital Guipuzcoana.

Quizá era demasiado tarde, tal vez había demasiada gente, puede que mi garganta flaqueara, o simplemente que la nostalgia me invadiera... la cosa estuvo fun mientras el dj se portó bien; Luego llegaron los colocones relativos de la gente, el ritmo de la música se pausó de repente, los camareros empezaron a pensar más en el rollo postcierre que en otra cosa... y mi estupidez hizo lo demás.

Por un momento dudé entre alargar la noche 2 horas más o coger el autobús de las cuatro. Hice bien. Hay momentos en los que uno debe ser consecuente y aunque me hubiera encantado alargar la conversación con la interesante compañía que tuve toda la noche, no tenía ni fuerzas, ni creo que fuera el mejor momento... así que supongo que otra vez será. En Berlin quizá, en Amsterdam, en Bilbo, Deba, Madrid... quien sabe;

Agradezco la agradable tarde noche que me hizo pasar, no me dio tiempo a aburrirme, fue divertido y encantador saber que todavía hay alguien que se interesa por la música (aunque sea en forma de documental).

Para despedirme os dejo con "suffragette city" de David Bowie;

Bye2

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