lunes, 28 de noviembre de 2011

Pony Bravo (20.V.2011)

Faltan unos minutos para las diez de la noche, Manett está sobre el escenario, pero tras la sentada en el Boulevard, necesitamos una cerveza fría y no se puede beber nada dentro del teatro de la casa de cultura de Lugaritz. (Donosti is different) Así que limitamos la escucha a la puerta entreabierta, mientras continuamos el debate sobre el futuro que martiriza o ilusiona a media (por no decir toda) España.

Un descanso, sinónimo de otra cerveza y un pitillo en la puerta del recinto. Porque la prohibición se ha convertido en obligación y no viene mal un poco de aire antes de degustar la extravagancia de las canciones de los sevillanos Pony Bravo.

Mientras los demás toman asiento, nosotros optamos por apoyar el culo en las sillas cerradas de la última fila. Me arrepiento de no haber traído las gafapastas, es como si mi camiseta retro de Tänträ desentonara entre tanto modernuqui (de los que algún día, por cierto, hablaré).

Y en una intermitencia de focos, los cuatro componentes del grupo están sobre el escenario. La primera impresión es que no les vendría mal un asesor de imagen, porque el bajista parece "el pera" con zapatitos de claqué y la camisa entreabierta que deja a la vista los pelillos del pecho del batería y la imagen descuidada del cantante... no comment. Pero todas esas apreciaciones pasan desapercibidas cuando la música empieza a sonar. 

El bajo, conforma un bucle cerrado más propio de la música de los setenta que de éso a lo que ahora, por desgracia, nos hemos "acostumbrado", su movimiento epiléctico es contagioso como un bostezo, psicodélico y rítmico a partes iguales. La guitarra tiene un ritmo entrecortado parecido a los matices que Robbie Krieger daba a los doors y la batería sostiene el  ritmo básica pero sonoramente. La voz, escondida tras un largo sintetizador, tiene los graves de Morrison con acento cerrado andaluz, algo parecido a la voz "evocadora" de No me pises que llevo chanclas... y todo junto: fluye y se sostiene en el ambiente enrarecido de quienes no están acostumbrados a ver un concierto sentados, o los que no pueden evitar levantarse y pegar un par de botes.

Los pony, rotando, a veces los instrumentos, escupen su exitoso "un gramo de fé"; Como mola la Rave de Dios, el campo fui yo, Noche de setas (mi favorita, sin duda), La voz del hacha... impresionante la dinámica en la que vas entrando según van sonando los temas: te enganchas, se te va el arritmíco pie izquierdo de los "bailes", te olvidas un poco de todo... y cuando te das cuenta están, ya, con la típica broma del Bis: que si me voy, que si vengo, que si otra...

Y a las 23h. Larry Flinn destapa sus vergüenzas; y tras exponer las novedadesy dar rienda suelta a un amago de ritmo discotequero, Pablo, Dani, Darío y Javi, hacen una reverencia al público y dan por finalizado el conciertazo; El público les recompensa con una más que merecida ovación y las luces blancas se reflejan en los cristales de las gafas de pasta.

En una palabra: Apoteósico;

Bye 2


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